Un día alguien levantó la cabeza. Dejó de mirar el celular, de escuchar música, de contestar mensajes al borde de la calle. Frenó y miró. No para capturar, no para compartir. Solo para mirar.
Ese gesto mínimo (estar presente) se volvió extraordinario. En un mundo saturado de estímulos, donde todo compite por atención, mirar de verdad es un acto de rareza. Y por eso, también, de poder.
Para las marcas, eso cambia todo.
Todo está pasando. Pero nadie lo ve.
Hay carteles que brillan, activaciones que saltan, pantallas que gritan. Pero si el consumidor va mirando WhatsApp, IG o Twitter, si la música le tapa el mundo, si su cabeza está en otro lado, entonces ¿qué está viendo realmente?
Spoiler: casi nada. Estudios muestran que el campo visual de un peatón con el celular en la mano se reduce a un 5%. O sea, la vía pública compite contra un túnel. Literal.
Ir al súper es perderse (y eso es bueno para las marcas, malo para el bolsillo)
Si de consumo en supermercado hablamos, la distracción no siempre juega en contra. Cuando salimos a comprar, el celular no solo no interrumpe: a veces potencia. Cuando la gente se distrae, camina más lento, se desvía de su lista, da más vueltas. Y en ese desvío, aparecen las oportunidades. La marca que no estaba en el plan, pero sí en la góndola.
No es magia. Es atención desplazada. Una atención flotante que, si se cruza con algo bien diseñado, bien ubicado, puede transformarse en acción.
La atención no desapareció. Cambió de lugar.
Mientras todos multitaskearon hasta el colapso, algunos anuncios aprendieron a meterse en la conversación. No competir. Colarse. Aprovechar la pausa, el segundo entre scroll y scroll. Hablarle al consumidor justo cuando baja la guardia.
El secreto no es gritar más fuerte. Es decir lo justo. En el momento justo. En el lugar donde todavía hay un mínimo de atención disponible.
Entonces, ¿qué hacemos?
Aceptamos que la distracción es parte del paisaje, pero no nos resignamos a ella. Porque en algún momento, tarde o temprano, las personas van a empezar a prestar más atención. A lo simple. A lo que tienen delante. A lo que vale la pena mirar.
Y ahí hay una oportunidad enorme: diseñar para ese instante. Para cuando alguien vuelve a mirar. Para cuando la atención, en vez de flotar distraída, se posa en un producto, en una etiqueta, en una idea.
Hasta el lunes que viene.
Suscribite, qué te cuesta.